Cierta tradición neoyorquina cuenta que había un negocio de venta de sopas regenteada por un iraní llamado Al Yeganeh. La sopería semejaba a una heladería bonaerense: constaba de un mostrador, no había mesas, había una larga cola; la sopa era carísima (30 dólares), pero reputadamente exquisita. Este personaje era bastante excéntrico y tenía sus reglas, que los clientes tenían que cumplir a rajatablas:
1) Elegir la sopa.
2) Tener lista la plata.
3) Después de pedir la sopa, moverse a la izquierda.
4) Si se quiere pan, pedirlo con la sopa, no después.
5) La fila tiene que ser una sola.
6) No se puede hablar, ni besarse ni abrazarse en la fila.
La pena por incumplimiento era la peor posible: no recibir la deseada ración, y había que volver a hacer la infinita cola otra vez. Un guionista de la serie de televisión Seinfeld contaba estas cosas a Larry David, y éste le propuso hacer un episodio: “The Soup Nazi”, el nazi de la sopa. El iraní fue interpretado por Larry Thomas, quien basó su caracterización en la que Omar Sharif dio a su Lawrence de Arabia. En el episodio, Elaine descubre las recetas de sus extraordinarias sopas, y el Soup Nazi se escapa a Argentina. La elección de Argentina no está determinada solamente por su condición de nazi -que obedece menos a su origen que a su comportamiento-, sino porque aparentemente el negocio real de Yeganeh no abría en invierno (¿uno no come sopa más en invierno que en verano?), y dejaba un cartel que decía haberse ido a Argentina a buscar más recetas de sopas.
Allá por el ’95, el tiempo en que se hacía famoso el episodio, Yeganeh se enojó mucho por la mala prensa (ignoraba el efecto publicitario de esa mala prensa) y cuando Jerry Seinfeld decidió aparecerse en el negocio, fue insultado copiosamente; Seinfeld seguía comprándole la sopa por intermediarios, o cuando sabía que Yeganeh no estaba, tal era la atracción. En el ’96 la fama no bajaba, y la revista The Iranian (“El Iraní”) le hizo una entrevista: a los demás medios Yeganeh les negaba preguntas directas, respondía por mail y sólo lo que le interesaba responder. El periodista notó la disposición muy iraní del lugar, la limpieza del mostrador y de su impecable ropa blanca; notó que Yeganeh hablaba en iraní con él, pero si había clientes cerca, cambiaba al inglés por deferencia. A la manera iraní, Yeganeh le regaló la sopa más cara (el Crab Bisque o sopa de cangrejos que gustaba tanto a Seinfeld); pronto la conversación derivó hacia Irán: ¿en qué pueblo nació Yeganeh?, quiso saber el periodista. Yeganeh eludió el tema, dijo brevemente que vivió algunos años en Khorramshahr: el hombre evitaba hablar de su pasado. El periodista finalmente averiguó, para su sorpresa, que Yeganeh era italiano, que había venido a Estados Unidos en 1974.
Durante todo el año ’96, la notoriedad del negocio fue en aumento, y proporcionalmente, la de su odio por Seinfeld. Kenny Kramer, otro personaje de New York inmortalizado por la serie, en vez de sentirse agraviado decidió lucrar con la inesperada fama, y montar un tour semanal por la ciudad según Seinfeld, o mejor, según Kramer. Naturalmente una parada era la sopería del Nazi: para enfatizar, Kenny puso un cartel de un metro y medio en el edificio de al lado del negocio de Yeganeh con indicaciones de protocolo:
“No pregunten cuál sopa está buena. No pregunten por el clima. No pregunten por Seinfeld. No pregunten por problemas económicos en el Tercer Mundo. Qué otra cosa no deberían preguntar? ¡¡No pregunten nada!!”
Yeganeh previsiblemente se enojó y tapó el cartel y la afrenta con pintura roja. Kenny, como Elaine, por venganza distribuyó las recetas de las codiciadas sopas (es una pena que los ingredientes sean inconseguibles o inalcanzables en Buenos Aires…)
Diez años después, en abril de 2006, Al Yeganeh decidió hacer algo al respecto de esta fama (hay quien dice que lo hubiera hecho igual, sin la propaganda extra de Seinfeld). Comenzó a producir una versión en sobre de las sopas, a precios accesibles: las sopas “de prestigio mundial” de Soupman (el hombre de la sopa, no el nazi de la sopa), que llevan su esfigie. También tuvo la ambición de abrir una franquicia de restaurantes, con un plan de mil en todo el territorio de Estados Unidos y Canadá. Este año abrió alrededor de cuarenta; las sopas de todos los restaurantes se producen en un solo lugar, supervisado por él. Su excentricidad no está ausente, y así pone o saca sopas del menú sin importar su popularidad o el apego de los clientes a ellas. La sopería original ya está cerrada. Ignoro el éxito que tendrán estos restaurantes; en principio, por alguna razón, su página de web ya no funciona. Acaso ahora que es invierno en Estados Unidos, Al Yeganeh esté por estas pampas, entre nosotros sin que lo sepamos, buscando quién sabe qué secretos para el Norte.