Cierta tradición neoyorquina cuenta que había un negocio de venta de sopas regenteada por un iraní llamado Al Yeganeh. La sopería semejaba a una heladería bonaerense: constaba de un mostrador, no había mesas, había una larga cola; la sopa era carísima (30 dólares), pero reputadamente exquisita. Este personaje era bastante excéntrico y tenía sus reglas,