Esta, una triste jaula de un libro lleno de palabras
pero con poco significado,
suena a hueco cuando se le da un golpecito para probar.
Si bien vacante, vacío, y con los ojos de sorpresa en una página,
habla tonterías y sinsentidos en voz alta en la que sigue,
sus pulmones son ruidosos cuando calla.
No dice nada cuando resopla y jadea para hacer el mayor ruido posible.
Tal vez debería existir paciencia para conmoverse
con este idiota congénito,
babeante, que se chupa el dedo,
que digiere sus pensamientos
rascándose la cabeza y el vientre,
buscándose pulgas entre las páginas de sus piernas.
Pero tal condolencia y paciencia es en balde aquí.
O tal vez debería existir cautela,
y secreta admiración para el libro-idiota
que se le permite decir la verdad usando el humor.
Un tonto puede perforar con utilidad la pedantería,
pero esa admiración es en balde aquí.
Este libro ni tiene la virtud de la ironía
ni merece la piedad reservada para los que están en verdad desquiciados.
Entre el estridente ruido y el vacuo silencio no hay nada sustancial.
¿Cómo leer un libro así?
Tal vez no se lea o no se pueda.
A lo mejor sólo pueda ser reusado, reescrito.
Tal vez deberíamos darle la espalda.
Podríamos encontrar espacio entre su gran pliegue de flatulenta arrogancia
para otro libro.
Deberíamos devolverlo e intentarlo nuevamente,
para que se deseche y se pierda
en algun perdido estante inferior.
Guardado como papel de desperdicios en la letrina.