y en el sueño él mismo podía correr con los caballos y perseguían a las potrancas y a las yeguas jóvenes por la llanura donde brillaban al sol suntuosos el alazán y el castaño y los potros corrían con sus madres y aplastaban las flores en una confusión de polen que quedaba suspendida del sol como oro en polvo y corrían él y los caballos por todo el altiplano donde el piso resonaba bajo sus cascos al correr y fluían y viraban y corrían y sus crines y colas se les volaban como espuma y no podía existir otra cosa en ese alto mundo.