Bulgaria (2000)

Fotos de un viaje a Bulgaria en Mayo de 2000:

Diario de viaje (los enlaces apuntan a las fotos):

Tenemos algunos amigos en Bulgaria (Ina y Marty), así que fuimos ahí un par de veces y la pasamos muy bien. Pese a que Bulgaria es un país hermoso para visitar, no tengo idea de cómo un turista común se las puede arreglar, porque no es muy amigable turísticamente que digamos. Alquilamos un auto con nuestros amigos, y los seguimos a una gran variedad de lugares, todos fascinantes. Sofia, la capital, no tiene grandes cosas para ofrecer, y todo lo mejor está en el resto del país. El primer lugar para visitar está muy cerca, un antiguo monasterio sobre la montañas Rila (Рила). El monasterio está muy bien preservado, y los frescos son increíbles. El contraste entre las coloridas pinturas, los arcos en blanco y negro y los altos árboles verdes en los alrededores saca el aliento. Es uno de esos lugares raros en el mundo que son únicos e impresionantes de ver, pero que no está arruinado por el flujo excesivo de los turistas. Hay alguno que otro, a decir verdad, siempre un japonés aquí o allí con su cámara tomando fotos de todo, pero no es el aluvión de gente que uno normalmente se encuentra en la Capilla Sixtina, por ejemplo. Las montañas circundantes son un contexto increíble para este lugar, que fue salvado de la destrucción de los turcos gracias a ellas. La mayor parte de la cultura búlgara sobrevivió los cinco siglos de opresión de los turcos escondida en monasterios, por eso son tan importantes. Otro monasterio que visitamos es el más viejo de Bulgaria: Bachkovo (Бачковски манастир), que está un poco más cerca de lo que es un monasterio de verdad. Tienen sacerdotes y animales y no es tan turístico, tan preparado para sorprender como el de Rila. La gente lo visita por sus valores religiosos, no por una urgencia de índole turística. La iglesia en sí misma es pequeña y encantadora, llena de madera y parece muy antigua. Los sacerdotes son naturalmente muy distintos a los que los que fuimos criados en la cultura católica estamos acostumbrados. El mundo eslávico está normalmente prohibido al turista europeo común, y la religión es una de las cosas que marcan más diferencias. No se ven aquí las ricas iglesias cristianas llenas de mármol y oro: madera y frescos son toda la ornamentación, y luce más razonable de esta manera. El lujo no es algo que debería pertenecer a la iglesia. Nos hartamos de eso en Roma, precisamente en el Vaticano. Como ateo que soy, veo todo esto desde afuera, claro. El nacimiento de la tradición eslávica y la cultura religiosa tuvo que ver en gran parte con los hermanos búlgaros Cirilo y Metodio, que inventaron el alfabeto cirílico (y el glagolítico también), aún hoy usado por muchos lenguajes eslavos (hasta cincuenta) como el ucraniano, el ruso y por supuesto el búlgaro. Las iglesias y monasterios mejor conservados están en lugares que son difíciles de acceder. Incluso encontramos una iglesia rusa en un lugar muy improbable, el Templo Shipka (храм Шипка). En efecto, no es inverosímil desde el punto de vista histórico: muchos rusos murieron ahí durante la liberación de Bulgaria, pero uno no espera una iglesia en ese lugar. Otros monasterios en los que estuvimos está en lo alto (o directamente horadados) en las montañas, como el de San Kirik (Свети Кирик), Drianovo (Дряновски манастир) o Aladja frente al Mar Negro. El primero fue convertido en una especie de hotel, por cierto. Otro ejemplo de antiguas construcciones en las montañas es la “fortaleza” de Asen (“Асенова Крепост”): luego de una larga subida, llegamos a la fortaleza o lo que queda de ella: una pequeña iglesia en medio de un paisaje impresionante en las montañas Rodope.

La Edad de Oro
Cuando la vimos por primera vez, no teníamos idea de cómo podíamos llegar hasta allá arriba. La historia de este lugar está relacionada con los tiempos en que Bulgaria era una nación muy importante dentro del mosaico europeo. Antes de los rusos, antes de los turcos, Bulgaria era un gran país, y esa grandeza puede ser apenas entrevista o sospechada hoy en las ruinas de los viejos castillos. En nuestro camino al Mar Negro encontramos muchos lugares donde se podía percibir los restos de esa Edad de Oro (Златен век), un tiempo donde el país era mucho más grande de lo que es hoy, en el siglo IX después de Cristo. Creo que el mejor lugar para visitar y ser testigo de esto es en una vieja capital llamada Veliko Turnovo (Велико Търново), donde está preservado aún un gran castillo. El área que abarca es enorme, y el lugar donde fue construido es sorprendente, con una vista excelente. Está la gran entrada con un león, y un camino ascendente a una iglesia. El castillo fue reconstruido y uno se puede dar una buena idea de cómo lucía en otros tiempos. La iglesia en sí misma tiene un detalle curioso: todos los frescos y el arte interior son modernos, algo que no he visto en ninguna otro iglesia en el mundo. Realmente impresiona. El estilo tiene un algo de Francis Bacon, se puede imaginar lo raro que es encontrar eso en una iglesia. La ciudad en los alrededores del castillo también es bella para visitar. Otra antigua capital es Veliki Preslav (Велики Преслав). No está tan bien preservada como Turnovo: algunas columnas y muros son todo lo que queda de la destrucción y el tiempo, pero aún es terrible verlo. Cerca de allí, nos sorprendió un completo museo arqueológico, en la mitad de la nada. Llegar a Preslav en sí mismo no fue fácil, e imagino que es casi imposible para un extranjero. Pero a causa de eso es que nadie visita las ruinas, y están disponibles solamente para uno. Se puede caminar por ahí, y el silencio transporta al tiempo donde Preslav estaba lleno de gente, en épocas medievales. Esa es una de las mejores cosas de Bulgaria: me sentí más de una vez como si estuvieran nada más que el pasado y yo: uno está solo con lugares y construcciones antiguos, y se tiene la posibilidad de dejarse ir con los pensamientos. Una sensación similar la tuve en Hissar (Хисаря), donde alguna vez hubo una gran ciudad romana.

Romanos y Tracios
Hoy se extienden todavía enormes murallas de los tiempos del Emperador Augusto, a lo largo de 5 km, con más de 20 manantiales minerales, un pueblo realmente agradable. La gente actual vive cerca de las ruinas, y tuve la sensación de que no están conscientes de ellas. Fui a caminar solo entre las ruinas, y me encontré con un pintor. Al principio pensé que estaba inspirado por las ruinas, que estaba pintando una vista de ellas. Cuando me acerqué, me dí cuenta que estaba copiando un pequeño retrato de una mujer, un recorte de una revista. Se percató de mi presencia, y trató de hablar conmigo. Mi ignorancia del idioma búlgaro y su ignorancia del idioma inglés impidió la comunicación. Seguí caminando, y pensando el la idea misma de romanos caminando por los mismos pasajes. No tomó demasiado tiempo, y yo ya estaba en tiempos romanos, en un baño romano o algo así. No había nadie ahí para negar la ilusión: solamente mis ropas modernas, y una vaga sensación de que no pertenecía a ese lugar. De vuelta a la realidad, hay tumbas tracias bien preservadas en los alrededores. Los tracios vivieron en lo que hoy es Bulgaria cerca del siglo VII antes de Cristo, y hay un montón de material arqueológico para ver de ese importante pueblo. Uno de los lugares más destacados es Plovdiv (Пловдив), donde tienen un antiguo anfiteatro que aún hoy se usa para algunos espectáculos. En Plovdiv tienen una fuerte conciencia turística: cobran por entrar al teatro, lo utilizan para teatro y conciertos, y en la ciudad todo es “amigable”, para decirlo de alguna manera. Por ejemplo, encontramos un alfarero que trabajó algunas vasijas en frente nuestro, muy interesante. Incluso tenía una tarjeta de presentación escrita en inglés. La ciudad en sí es un lugar antiguo y encantador, llena de calles enfrentadas por viejas casonas. Pero esta “amabilidad turística” no fue encantadora para mis amigos, quienes me dijeron que es como artificial para el estándar búlgaro, pero fue una hermosa experiencia en cualquier caso.

Pueblitos
Pueblitos de campo como Etar (Етъра) o Bozhentsi (Боженци) están más cerca de la realidad. Son tan lindos como un cuento de hadas. En Etar compré una tambura, una especie de mandolina búlgara y tomamos un café muy folklórico (llovía a cántaros) en una casita chiquitita. Todo estaba hecho de madera. No muy lejos de allí dormimos en Bozhentsi, en una cabaña, y eso estuvo mucho mejor que en cualquier hotel europeo en el que hayamos estado. Fuimos servidos por un señor muy amable -incluso tocó el acordeón- comimos muy bien y tuvimos un aún mejor desayuno, lleno de queso y cosas que sabían extraño a nuestro paladar, pero sin duda todo muy rico. Usan queso y yogur en muy diversos platos, y eso fue una de las cosas destacadas del viaje: la excelente comida. Especialmente algo llamado guyveche (гювече), un plato preparado en una cacerolita individual de cerámica donde se sirve. Es delicioso. Compré un par de esas cacerolitas para cocinar ese plato en casa. Una de las recetas es la guyvech que preparan en el monasterio de Rila. Pero de vuelta a Bozhentsi, sentimos como si estuviésemos en un pequeño y prolijo pueblito que podría pertenecer a cualquier época, y la gente que vivía allí era tan atemporal como las casas. Hemos estado en varios pueblos en Bulgaria, y son de muy distintos tipos: Sofia tiene el gris típico comunista, Gabrovo (Габрово) nos pareció más colorido e incluso más moderno, como Turnovo. Plovdiv y Varna, más preparadas para atraer turismo. Visitamos incluso un par de ciudades de interés histórico: Karlovo (Карлово), el lugar de nacimiento de Vassil Levski, el prócer nacional búlgaro que encabezó la revolución contra los turcos, y Calofer (Калофер), con la casa de Christo Botev, un poeta mayor y también héroe de la revolución. Cada ciudad que hemos visitado no tenía nada que ver con las que estaba acostumbrado en el “mundo occidental”, si se quiere. Quiero decir: cuando estuve en Roma o en Londres, noté que tenían un caracter único y distintivo, pero de alguna manera eran familiar, por decir algo. Este no era el caso aquí.

La Playa
Tal vez la ciudad más “normal” sea Varna (Варна), donde encontramos las playas del Mar Negro. Las playas son hermosas, más hermosas que las de Argentina, naturalmente. El agua es azul y verde, pero la arena está atestada de gente. Probablemente éste sea el lugar más turistico de Bulgaria, y que el turismo aquí es negocio es algo notorio. Por primera vez en nuestro viaje escuché gente hablar en varios lenguajes, y los locales sabían hablar inglés para complacer a los turistas. Los hoteles están al nivel internacional, al igual que los precios. Hay mariscos, hay McDonalds. Totalmente diferente del resto del país. Una cosa que me sorprendió es que el topless es algo común allí. Mientras que nosotros, ardientes latinos, se supone que somos bien liberales acerca de esto, nos sorprendió ver todos esos cuerpos desnudos en la playa. Estábamos preparados, de alguna manera, por el hecho de que la mujer búlgara promedio es muy desinhibida para vertirse, pero igual fue una deliciosa sopresa, tengo que admitir. En cualquier caso, nadamos en franja horizontal trepanada en ella, de cerca de un metro de profundidad. Los monjes vivían ahí, y bajaban sólo en busca de comida. Una vida realmente agreste, despojada de símbolos que distraigan la vida del devoto. Me quedé ahí pensando que esos monjes necesariamente deberían estar más cerca de Dios que sus hermanos en las iglesias comunes. Una vida ascética en la roca, uno y el viento y el mar debajo, debe ser algo muy cercano a una experiencia religiosa, aún si no se es monje. Ahora hay escaleras y barandas, pero cuando los monjes vivían ahí no había nada que impida que caigan, y trepar tan alto usando solamente las manos, mmhh… A propósito, el lugar se llama Aladja (Аладжа манастир). No lejos de Varna también está el Jinete de Madara, un jinete esculpido en un alto farallón, a una altura de cerca de 100 metros, que data del 800 después de Cristo. No pudimos ver mucho, porque las inscripciones estaban rodeadas por una construcción especial para preservar las rocas contra la erosión. Y el hermoso viaje terminó en Varna, y nos tomamos un avión a Sofía otra vez, para volar a Hungría. Bulgaria es uno de los países más bellos que he visto, es una pena que esté tan cerrado al turismo. O no: tal vez los mejores secretos han de ser guardados por toda la eternidad…

(Puede encontrarse un mapa detallado del viaje aquí)

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