El espejo y la máscara

BORGES: Una estratagema de Mastronardi consistía en pasarse unos días estudiando a fondo un tema y después, como por casualidad, empezar a preguntarle a uno: “¿Vos no creés que…?” o: “¿Cómo fue lo de…?”. Examinaba a sus amigos: había algo de mezquino en Mastronardi. María Esther [Vázquez] sabe que dejó un libro para que se publique cincuenta años después de su muerte. Ahí se acordará de todos nosotros.

“Borges”, Adolfo Bioy Casares, entrada del 13 de Diciembre de 1977

Esa misma noche se comenta que el joven escritor Néstor Ibarra “prepara sus temas” para obtener determinados efectos cuando se reúne con sus amigos. Se le reprocha ese procedimiento por lo que tiene de sistemático y deliberado. Borges no advierte en ello una “representación”, ni cree que deba censurarse a quien estudia las cuestiones que habrá de exponer:

“No importa que se trate de una suelta conversación con amigos. Es preferible hablar de los asuntos que se han estudiado. La exposición sale más clara, y la claridad es un modo de la cortesía. Me parece bien que Ibarra tome sus previsiones y venga con algo bajo el poncho. Por otra parte, nada más natural que hablar por la noche de los libros que se han leído por la mañana”

“Borges”, Carlos Mastronardi, VII.

Para medir el nivel de su interlocutor y situar la conversación en un ámbito adecuado a las circunstancias, [Borges] suele practicar pequeñas experiencias indagatorias. En esos momentos, procede como quien lanza una sonda a la ignorada profundidad del mar. De manera discreta, deja caer dos o tres preguntas que son otros tantos tests. Pero esas preguntas suponen o arrastran consigo juicios voluntariamente erróneos: propone una equivocación y se mantiene a la expectativa para saber si quien dialoga con él es capaz de advertirla.

“Borges”, Carlos Mastronardi, LXII