Ashes of time redux (Kar Wai Wong)

Superficialmente, las películas de Kar Wai Wong son muy diferentes. Ashes of time es cine de espadachines medievales; Happy Together sigue a una pareja homosexual que emigra a Buenos Aires; Chungking Express y su continuación, Fallen Angels, muestran desestructuradamente la vida en los márgenes; Con ánimo de amar trata de una historia de amor muy delicada, ambientada en los años ’60; su continuación, 2046, retoma los personajes e incluye trenes futuristas y un androide. Estas películas, sin embargo, forman un mismo tapiz por el trabajo extraordinario de fotografía de Christopher Doyle, por un puñado de actores talentosos y por un mismo tema: el encuentro y el desencuentro entre personas que se aman o se odian. El año pasado Kar Wai Wong decidió reeditar Ashes of time (“Dung che sai duk”, en castellano “Cenizas del tiempo”), mejorando notoriamente la imagen deslucida del original, incluyendo en la banda de sonido a Yo-Yo Ma y a una orquesta, restaurando el mandarín original de Brigitte Lin, quitando algunas escenas de pelea y agregando separadores con los nombres de las estaciones para ordenar mejor la película. El resultado pasó casi desapercibido: después de la década dominada por las películas de Zhang Yimou (Hero también tuvo a Tony Leung Chiu Wai y Maggie Cheung, y la fotografía de Christopher Doyle) y otras wuxia de alta producción, de alguna manera Ashes of time ha quedado relegada a un ítem menor de un género sobreexplotado.
Sin embargo, hay que volver a ver, ahora mejorado por la tecnología, ese trabajo de fotografía inmenso: la coloración ajena de objetos para lograr una yuxtaposición cromática radical, el uso de los planos inclinados, la profundidad de campo llevada al mínimo, un trabajo muy distinto al culto a la forma clásica y precisa impregnado en, digamos, La casa de las dagas voladoras. El resultado es una estética atrevida, que da un carácter muy fuerte a la película. Aquí debajo dejo algunos cuadros que pueden representar esa estética, pero hay veinticuatro más así por cada segundo de los noventa minutos que dura Ashes of time. Hay que rescatar también la manera digresiva y fragmentada en que Kar Wai Wong cuenta sus películas, aplicada a un género que le es extraño. Al principio cuesta armar la trama, pese a que hay pocos personajes: tal vez el film termina de cerrar si se mira dos veces, como ciertos buenos libros. Y “trama” aquí es más que apropiado: las vidas de los rudos personajes se tocan o se entrelazan tenuemente y forman una figura. La conclusión, sugerida para la vista al principio y explicada al pasar para el oído en la mitad de la película, es satisfactoria y tal vez inevitable, como su moraleja. Los actores que le ponen realidad a esa trama están a la altura, y tal vez volver a llamar la atención sobre Ashes of Time fue la manera que tuvo Kar Wai Wong de rendirle su homenaje al fallecido Leslie Cheung.
Finalmente, no quisiera dejar de mencionar el subtitulado de Letras Vivas: los que solemos adolecer las malas traducciones, agradecemos una prosa como la que elaboraron para esta película.