El primer Greenaway y el primer Borges

Los films conocidos de Peter Greenaway pertenecen al período de los años ochenta y noventa, el de los barrocos largometrajes como El Cocinero, El Ladrón, su Mujer y su Amante. Los cortometrajes que precedieron a esas grandes obras son difíciles de conseguir, especialmente para el mercado del tercer mundo (pero ahora está internet). Borges/GreenawayEl énfasis de Greenaway sobre la influencia mayor que Borges tuvo en su cine es difícil de explicar mirando las películas célebres, y en cambio es ostensible si uno mira aquellos cortos. Hay un desarrollo conceptual ahí que luego pasa a los largos: un poco como los primeros libros de Borges, que ya presentan la mayor parte de su temática posterior, en esos cortos se pueden entrever las obsesiones de Greenaway: las largas enumeraciones, las clasificaciones arbitrarias, los puntos de partida para el desarrollo de sus largometrajes posteriores.
El corto más antiguo que llegué a ver, Intervals, de 1969, dura seis minutos. Se escucha un alfabeto recitado en italiano, hay música de Vivaldi, y se ven casas venecianas y transeúntes, en blanco y negro. Por detrás, oculta, hay una armazón basada en el número trece, “la estructura armónica que usó Vivaldi en las Cuatro Estaciones“, en palabras de Greenaway. La progresión alfabética va a volver en otras películas, y también la idea de que la música es una parte estructural del film, que tiene esquemas compartidos con lo visual. Estos conceptos pueden verse, por ejemplo, en ZOO (“A Zed & Two Noughts”, 1985), donde se nombran animales de la A a la Z y se presenta la idea de la evolución de las especies al tiempo que se oye música cada vez más compleja. La idea de que una cifra sea el modelo, la plantilla sobre la que se arma una película está virtualmente en todas las películas de Greenaway: siempre hay una, dos o tres cifras que se repiten en todos los aspectos de cada obra. Lo que se ve en Intervals es una serie de casas y personas; esta idea de presentar una colección temática se expande en el siguiente corto que pude encontrar, “H is for House”, de 1973. A Greenaway le habían prestado una casa de campo, donde pasó un tiempo con su mujer y su hija pequeña. Ahí hizo

una lista enorme de todas las cosas que pude encontrar en el paisaje rural doméstico que comenzaran con la letra H, y que, yuxtapuestas, daban todo tipo de connotaciones interesantes.

El film muestra, entonces, estos paisajes campestres, y en voz alta está la lista de cosas que empiezan con H, arregladas según pequeños grupos temáticos: partes del cuerpo, enfermedades, conceptos religiosos, herramientas, pájaros, plantas, insectos. Esta forma de clasificación arbitraria está diseminada por toda la obra de Greenaway, y recuerda mucho al primer Borges. Traigo el famoso fragmento de “El idioma analítico de John Wilkins”, que tanto gustó a Foucault:

Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en

(a) pertenecientes al Emperador
(b) embalsamados
(c) amaestrados
(d) lechones
(e) sirenas
(f) fabulosos
(g) perros sueltos
(h) incluidos en esta clasificación
(i) que se agitan como locos
(j) innumerables
(k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello
(l) etcétera
(m) que acaban de romper el jarrón
(n) que de lejos parecen moscas.

El Instituto Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos; ha parcelado el universo en 1000 subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católica Romana; la 263, al Día del Señor; la 268, a las escuelas dominicales; la 298, al mormonismo, y la 294, al brahmanismo, budismo, sintoísmo y taoísmo. No rehúsa las subdivisiones heterogéneas, verbigracia, la 179: “Crueldad con los animales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de vista de la moral. Vicios y defectos varios. Virtudes y cualidades varias”.

Ese fragmento es perfectamente asimilable al universo de Greenaway, especialmente cuando estaba en su forma cruda en estos primeros cortometrajes. Paso a otro, para encontrar también ese afán clasificatorio en “Windows” (1975), donde se muestra el mismo paisaje bucólico de “H is for House”, a la vez que se narran las estadísticas (inventadas) de muertes por defenestración en cierta municipalidad inglesa. El procedimiento no es muy diferente al de “H is for House”: todas las personas que cayeron por una ventana son distintas, pueden ordenarse por género, por edad o por sus aficiones, y todas tienen en común la misma forma de morir; en el otro corto, las palabras que empezaban con H daban un conjunto azaroso, pero se presentaban clasificadas en pequeños grupos de identificaciones. También en “Windows” están algunas semillas de la producción posterior de Greenaway:

Trata de la estadística, es muy ecléctica, tiene un uso del paisaje muy lírico, trata de la muerte: cuatro características que se han quedado conmigo de ahí en más.

Pienso en lo que pensó Borges al releer, muchos años después, su primer libro:

…aquel muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente el señor que ahora se resigna o corrige. Para mí, “Fervor de Buenos Aires” prefigura todo lo que haría después.

Los otros cortos siguen expandiendo la idea. Hay uno de 1977, “Dear Phone”, donde hay muchas historias distintas que están enhebradas por el hilo común del teléfono. Los hombres involucrados tienen como iniciales las letras HC, y sus mujeres se llaman Zelda. Borges, a través de Whitman, adoraba las enumeraciones caóticas, pero como Greenaway, creía que para que un caos sea admirable es necesario un orden detrás. Aquí está Borges en una entrevista:

Desde luego la enumeración tiene que ser aparentemente caótica, pero realmente tiene que haber ciertas afinidades secretas.

Un buen ejemplo de esto está en su ensayo “Los precursores de Kafka”, donde elabora un catálogo de obras que guardan relación directa con lo kafkiano, pese a ser anteriores a Kafka. Al final del ensayo dice:

Si no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumerado se parecen a Kafka; si no me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más significativo.

Esta es la clave de Greenaway: propone una clasificación cualquiera (cosas que empiecen con H, gente que se muere al caer por una ventana, etc.) y luego procede a enumerarlas para que veamos lo distintas que son. Borges/GreenawayEn el notable corto “Vertical Features Remake” (1978), Greenaway inventa a un tal Tulse Luper, quien quiso ordenar en un cortometraje, siguiendo patrones rítmicos, una serie de imágenes heterogéneas de objetos, que tenían en común sólo la forma vertical. Pero para hacer la obra un poco más borgeana, Greenaway hace que ese corto se pierda y pone a un instituto también inventado a tratar de reconstruirlo a partir de una ingente cantidad de papeles escritos por Luper. Las intrincadas reglas de la estructura resultante de este trabajo son constantemente criticadas por otros investigadores, obligando al instituto a nuevas revisiones y remakes de ese cortometraje arquetípico y desconocido. El procedimiento de describir una obra compleja mediante la atribución a una persona o entidad ficticia viene, naturalmente, de Borges: está en sus primeros textos en prosa, en Tlon, Uqbar, Orbis Tertius, en Examen de la obra de Herbert Quain, en El acercamiento a Almotásim, en Pierre Menard, autor del Quijote:

Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario. (…) Más razonable, más inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios.

Estas cosas decía Borges en el prólogo a “El jardín de senderos que se bifurcan” (1941) para explicar su concepción del segundo “autor del Quijote”; como Borges copia unos pocos fragmentos de la obra de Pierre Menard para comentarla, como refiere la compleja trama de “El acercamiento a Almotásim” en vez de escribirla, de igual manera Greenaway deja a la reconstrucción y a la alusión la obra de Tulse Luper. Pensemos en cómo construye Borges “el diagrama de la historia mental” de sus personajes, como utiliza los libros escritos para dar vida intelectual a Pierre Menard o a Herbert Quain, usando una enumeración de libros aparentemente muy distintos en tema; comparemos ese procedimiento con el que usa Greenaway para construir la biografía de Tulse Luper:

Autor de varios relatos cortos. Elaboró un libro-collage llamado “Tulse Luper y el paseo por el centro”, donde la biografía fue reducida a diagramas examinados bajo encabezamientos topográficos. El capítulo seis se llamaba “La tierra del habitante”, e incluía doce atletas femeninas, un par de cornamentas y la teoría de la herencia de Mendel. Estudió los apócrifos Papeles de Olduvai. Autor de un libro llamado Algunas aves migratorias del Hemisferio Norte.

Copio la descripción de Ts’ui Pên que hace Stephen Albert en “El jardín de los senderos que se bifurcan”, de Borges:

Gobernador de su provincia natal, docto en astronomía, en astrología y en la interpretación infatigable de los libros canónicos, ajedrecista, famoso poeta y calígrafo: todo lo abandonó para componer un libro y un laberinto.

Y pongo al lado la descripción de Tulse Luper, que tiene el sello distintivo, autobiográfico, de Greenaway:

Se sabe que le gusta usar sombrero y pipa, a veces un revólver y una moto. Es un políglota, enciclopédico y a veces un autodidacta pesado que tiene una teoría inventada para casi cualquier cosa. Le gusta acumular mucho de lo mismo, saboreando las esenciales diferencias menores. Una vez se reveló como una autoridad en ornitología, lo cual fue una sorpresa incluso para quienes lo conocían bien. Fue un maestro catalogador, un enumerador y un coleccionista de estadísticas.

Esa última frase podría aplicarse indistintamente a Borges o a Greenaway. Muchas veces se le pidió a Greenaway que eligiera un libro por sobre los demás, y él siempre contestó que elegiría la obra completa de Borges, o El Puente de San Luis Rey, de Thornton Wilder, que es “más borgeano que Borges”. Borges/GreenawayEn ese libro, que data de la época de los primeros libros de Borges, podemos encontrar otro arquetipo del cine de Greenaway: hay un puente en Perú que cae y mata una serie de personas; el libro describe las vidas de cada una, y por qué estuvieron en ese puente en ese preciso instante, y qué relación habría entre cada una de ellas. Así lee Greenaway a Borges, esa es “la quintaesencia borgeana” para él. Voy a pasar al último cortometraje de esta serie, una serie que, como las buenas enumeraciones de Borges, muestra una progresión. En 1978 Greenaway filmó “A walk through H”, una película elegíaca que evoca a su padre, ornitólogo amateur, que dejó a su muerte, como Tulse Luper, una cantidad extraordinaria de papeles y dibujos, que Greenaway hijo sabía eran “un libro y un laberinto”, ligados a una subjetividad perdida para siempre. Al comparar las series de Borges con las de Greenaway, copié esa frase del escritor que decía que las enumeraciones caóticas tenían un factor común secreto atrás, algo que les daba un sentido y un orden. Como en “El jardín de los senderos que se bifurcan”, en “Vertical Features Remake” ese orden está perdido, los papeles requieren que alguien arme y resuelva ese rompecabezas; el orden está representado por el cortometraje desaparecido. En “A walk through H”, los papeles son dibujos con los que alguien intenta reconstruir un mapa, un camino que lleve a alguna parte fuera del laberinto, a algún cielo o infierno (“hell” ó “heaven”, ambos con H en inglés). Es un “catálogo que debería ser terminado por alguien que no tuviera interés, un ornitólogo sin ningún motivo ulterior”, como se dice en un punto de la media hora que dura el corto. Los 92 mapas son confusos, están vivos, en algún momento son el territorio en sí mismo:

Tal vez el lugar sólo existía en los mapas, en cuyo caso el viajero creaba el territorio al recorrerlo.

Inevitablemente uno recuerda otra vez al primer Borges, que recordaba en “Magias Parciales del Quijote” a Josiah Royce:

Imaginemos que una porción del suelo de Inglaterra ha sido nivelada perfectamente y que en ella traza un cartógrafo un mapa de Inglaterra. La obra es perfecta; no hay detalle del suelo de Inglaterra, por diminuto que sea, que no esté reflejado en el mapa; todo tiene ahí su correspondencia. Ese mapa, en tal caso, debe contener un mapa del mapa; que debe contener un mapa del mapa del mapa, y así hasta lo infinito.

Ese texto es un buen addendum de “A walk through H”, y de la relación de los cortos con la obra posterior de Greenaway. Borges/GreenawayCada corto explora y repite los mismos temas, y a la vez sirve de cimiento a la producción en largometraje de Greenaway. Esa etapa de cortos termina con un largo, “The Falls”, que vuelve a invocar a Tulse Luper y las series heterogéneas. Pese a ser la película más extensa de Greenaway a la fecha, “The Falls” es en realidad, en términos temáticos, el último corto de esta secuencia que describí aquí brevemente: allí hay una colección de 92 biografías de personas sin otra relación entre sí que haber sufrido de un cierto evento desconocido, y tener un apellido que comienza con Fall. La nueva etapa comienza con “El contrato del dibujante” y probablemente termina, en decadencia, con Las maletas de Tulse Luper: son las obras que lo hicieron famoso, donde estas series, números, patrones no son tan evidentes ni forman la trama principal, pero sostienen y estructuran cada película, son el factor secreto que ordena una serie heterogénea. En cada uno de esos largos encontramos una secuencia visible (los dibujos de Neville, los libros de Próspero, los juegos de Smut, los animales de los gemelos, etc.), pero existen infinidad de otras escondidas detrás. La trilogía de Tulse Luper de 2003-2004, retoma, recapitula los cortos y los largos, cierra un ciclo citando cada obra, poniendo un contexto y un sustrato, resucitando a ese personaje polifacético que era Tulse Luper y a su número 92. Peter Greenaway había ya pasado los sesenta años y se estaba acercando a las sesenta películas, en cuarenta años de actividad como director.