Agua

Quinta y última tanda de fotos meridionales, donde elegí el agua para unir la geografía de este viaje.

El agua del Océano Atlántico vista desde Viedma, en La Lobería, moviéndose en bajamar, imperceptible como un minutero.

El agua como una bandera de tres colores en el embalse Cerros Colorados, en el rojo Añelo.

El agua suave del río Negro arqueándose en Chimpay, donde nació el mapuche Ceferino Namuncurá.

El agua de una cascada escondida que se derrumba ruidosa entre las sombras del Parque Nacional Lanín, en Ñorquinco.

El agua invisible del lago Moquehue, que permite a un kayak la ilusión de estar suspendido sobre un abismo.

El agua que crea y destruye diamantes incesantemente al caer a la vera del camino a Pino Hachado.

El agua del lago Aluminé, conjurada con los Andes para la exaltación de la Pehuenia, consintiendo con un juego a un niño.

El agua azul, roja, verde, blanca, parda, el agua fuerte y blanda, el agua incalculable, el agua sencilla, el agua que mitiga la sed reiterada de volver a lo elemental.