El purismo en la fotografía

imagePodría decir que comencé realmente a sacar fotos hace unos pocos meses. Lorena me prestó su cámara digital (una Sony de las comunes), y con ella saqué las fotos que adornan mayormente los posts de Seikilos hasta hoy. Luego, hace unas semanas, decidimos pasar a una un poco mejor: una cámara Canon reflex digital, sin mayores pretensiones, con la que saqué las fotos de los “cuatro gatos locos”. Naturalmente manejar una cámara semi profesional requiere un poco más de trabajo que la automática, y los resultados son también otros. Pero ya desde los meses de la Sony yo me venía preguntando (y preguntando a todos los que me rodeaban) qué tan lícito era usar el Photoshop para mejorar lo capturado. En las cámaras digitales, después de todo, ya la foto está expresada en pixels, digamos. Los argumentos tras el retocado vienen en varios sabores: que no tiene importancia la herramienta sino el resultado final de la obra, que finalmente lo que hoy se hace con programas de computadoras ayer se hacía en el estudio de revelado con químicos, que si uno sólo ajusta el contraste y los niveles la fotografía original no se altera, que si no se agrega nada que no estuviera en la realidad, cualquier arreglo es válido. Los puristas, en la otra vereda, hablan de que el verdadero fotógrafo debe lograr conseguir los resultados adecuados sin la necesidad de recurrir a la post-producción. Consideran un horror el sólo hecho de que alguien sugiera la calibración de los colores. Y yo, que soy fácilmente influenciable, me inclinaba hacia una opinión u otra, dependiendo de mi interlocutor. Luego entré a los foros de discusión de fotografía que existen en Flickr, y específicamente los centrados alrededor de la máquina de fotos en cuestión, y específicamente lo que hablan del uso de la lente que vino con la cámara (una entre millones). ¿Cuáles son los consejos que dan los fotógrafos personales ante esta lente? Bueno, dado que esta lente particular no es demasiado buena captando las sutilezas de la realidad, hay que “ayudarla” desde el Photoshop (o el programa que se quiera usar, claro). Alguno dirá que hay que saturar un poco algunos colores, otro que el contraste es mandatorio, otro es proclive al ajuste de los niveles, pero todos unánimemente trabajan a posteriori sobre las fotografías. Un ejemplo simple: la primera fotografía de este post está tal cual salió de la cámara, ayer. La siguiente, tal como la dejó la presión de un solo botón del Picasa de Google, luego de que yo “me sintiera afortunado”. El resultado es notorio, y acaso exagerado, pero ilustra muy bien el punto. ¿Cuál se parece más a la realidad? Este es el quid a discutir. Mi hermana decía que nuestra percepción de la fotografía en tanto ventana a lo real ha cambiado con el tiempo y la tecnología, y una fotografía que no tenga un alto contraste, o que no sea punzantemente nítida, no responde a los estándares actuales de lo que debería ser una foto. Creo que es cierto: tal vez Martín y su abuelo se veían más opacos, acaso como la lente los trajo en esa primera foto, y en la segunda foto no sólo embellecí la toma, sino que también embellecí el original, ajusté lo que vieron mis propios ojos. Nadie dudaría que la segunda foto es mejor, se ve mejor, tal vez alguno diga incluso que es “más real”. ¿El fotógrafo es un impostor porque recurre a estos trucos baratos? (¿hay algo más barato que la presión de un botón en un programa gratuito?).
Creo que mi postura, cuando no me dejo influir por los radicales, es que finalmente se trata de mostrar algo, no lo que mi ojo vio físicamente, sino lo que vi yo con mi ojo. No necesariamente lo que vio mi cámara, sino lo que yo vi con mi cámara. Picasso deformaba la realidad en sus cuadros para que el espectador percibiera otra cosa, que es la que acaso Picasso mismo percibía; ¿dónde está el énfasis de una imagen determinada? Cuando componía música siempre pensaba en que yo, como ejecutor, no podía dar el exacto matiz que buscaba en mi instrumento. Hacía lo que podía, incluso hacía tocar a otros o a la computadora. Como compositor, tampoco podía “bajar” lo que sonaba, los sonidos que estaban ahí en mi cabeza. Me las arreglaba con lo que había, usaba sonidos sintetizados, trabajaba con lo que tuviera a mano. No dudé en retocar mis composiciones una vez escritas por primera vez: volver y corregir borradores hasta que me cansaba y daba por terminada la cosa. ¿Por qué dudaría con una fotografía? Y sin embargo, dudo. Me deja perplejo el hecho de que no dejo de sentir la culpa, la sospecha de la impostura.