“A paso de cangrejo” (Umberto Eco)

A partir de la época de la Caída de las Torres, cuando leíamos todos los diarios que podíamos para recoger las diatribas de los más agudos intelectuales de todo el mundo, la Bustina di Minerva, la columna quincenal de Umberto Eco en la última página de L’espresso, se convirtió en bookmark seguro. No siempre lo escrito tiene relevancia para un argentino que sigue sólo superficialmente la política y la cultura italiana, pero siempre da gusto leerlo, como las críticas de Chesterton o Borges, aunque más no sea para saborear algún chiste, alguna secreta referencia literaria, o por el uso del italiano relajado y heterodoxo en el que escribe Eco. Esta nueva recopilación de artículos críticos (“A Passo di Gambero”, 2006) recoge esas notas periódicas, escritas en la prensa italiana, sea en la revista L’espresso, sea en el diario La Repubblica, entre 2000 y 2006 (hubo otras anteriores, como “Il Secondo Diario Minimo” o “La Bustina di Minerva”). Los textos versan sobre política mundial, política italiana, o sobre cultura popular: la televisión, internet, Dios, etc.image
Muchas veces uno tiene la sensación de que estos artículos nacen menos por la urgencia de un tema que por el fin mismo de la escritura, esto es, por el apremio de un plazo de entrega, o por lo divertido del acto de escribir en sí. Así, en algunos (en más que los que uno pensaría) se nota la hilacha, ese afán de patoterismo erudito en el cual le discute a los políticos o a los intelectuales lo que saben sobre historia del Islam, a los fundamentalistas cristianos lo que saben sobre historia de la Iglesia, etc. Rápidamente aclaro, repito: Eco no parece hacer esto por fanfarronería intelectual sino para divertirse, para encontrar alguna grieta y expandirla a fuerza de humor, sin proponerse cambiar la realidad en nada. Si es necesario, al final algunas veces aclara que la suya no es una crítica importante o una toma de posición; parecen charlas de café: elaboradas, sofisticadísimas, pero en esencia charlas (monólogos) de café. Así, como con Chesterton nuevamente, uno se queda con la idea de que el escritor sólo quería ser ingenioso y hacernos reír: no lo tomemos muy en serio. Excepción de esto son algunas (no todas) consideraciones sobre la guerra y la política, y especialmente sobre Berlusconi y los conflictos de Medio Oriente. A veces este ingenio sirve para mostrar patrones que uno no había visto, y que suelen ser, como los que encuentra Borges, estéticos más que prácticos; bellos son sus textos sobre la privacidad en la era de internet, sobre lo políticamente correcto, sobre la muerte, o la diferencia entre las guerras antes y después de la caída del imperio soviético.
La edición en español es cuidada, y tiene la grata sorpresa de volver a encontrar a María Pons Irazazábal como traductora que, al igual que en la anterior “Historia de la Belleza”, reemplaza a la intragablemente peninsular y demasiado visible Helena Lozano Miralles.
En fin, uno es devoto en la compra de los libros de Eco, aunque a veces sean un poco caros: el precio de ser un bestseller, supongo. No hay nada más nuevo que el diario de hoy, ni nada más viejo que el de ayer, y publicar columnas de diarios pretéritos que hablan mayormente de temas de actualidad puede ser todo un riesgo. Este riesgo, sin embargo, está atenuado porque se trata de la incisiva pluma (¿se diría hoy “teclado”?) de Umberto Eco, por la idea de un racconto o registro histórico del devenir a través de uno de los intelectuales más lúcidos y accesibles que hay hoy día.