Pedro Aznar y David Lebón en ND/Ateneo

Ayer fue la primera fecha de seis conciertos que se propusieron los dos componentes todavía vivos de Serú Girán: el polinstrumentista Pedro Aznar y el guitarrista David Lebón. Para completar, está el extraordinario pianista Andrés Beewsaert. El repertorio es el previsible, y algunas gratas sorpresas. Abre un prolijo “Dos Edificios Dorados”, para luego suceder temas mayormente de Serú 92 más sendas etapas solistas. El centro del recital está dedicado a momentos en que cada uno toca un par de canciones por su cuenta, para luego pasar a algunas composiciones nuevas de autoría compartida. Estas composiciones no pasan de ser anecdóticas, con algo de sabor al Pedro Aznar menos inspirado, y nada de Lebón. De la primera parte del recital, yo rescato un gran arreglo para “Casa de Arañas”, con espacio para que cada uno de los tres músicos haga lo que sabe. Hacia el final hay más sorpresas, y así pudimos escuchar un Mientes sin su obstinado estribillo y sin su riff de bajo (lo cual salva lo mejor del tema, perfeccionándolo notablemente), un inesperadísimo Voy a mil, con las milimétricas escalas disminuidas de Aznar, y el gran finale con Seminare. imageLebón, con su look Haldir, medido y humilde frente a un indisimulablemente virtuoso Pedro Aznar, que no dudó en alardear tocando guitarra criolla, eléctrica, slide, bajo con y sin trastes, piano, y su cada vez más trabajada voz. Claro que es un deleite verlo y escucharlo, pero uno no deja de pensar que, teniendo un pianista extraordinario, teniendo al guitarrista de Serú Girán al lado, que Pedro acapare también esos instrumentos es un exceso de ego casi injustificable éticamente (aunque sin dudas musicalmente riquísimo), más cuando oblitera al limitado Lebón a la sombra de un compañero de ruta querible, pero no admirable. Altos momentos suceden cuando Aznar toca blues con el slide, cuando reproduce las increíbles líneas de bajo fretless de Noche de Perros, cuando presta su precisa voz a los arreglos vocales de diversos temas. Frente a esto, el pentatónico Lebón se encoge en su rincón e incluso a veces prescinde de su único recurso, la guitarra (prefiero olvidar sus intervenciones con la armónica), sentado a la sombra del gigante que convive a su derecha. Con todo, los mejores temas fueron del repertorio de Lebón, no del de Aznar (Voy a mil, Noche de Perros, Casa de Arañas, inspiradísimo El Tiempo es Veloz)
Con la intervención del pianista, y un grupo de temas que excluye intencionadamente el repertorio de Serú Girán que se apoya en Charly García, uno no siente casi la ausencia del bigote bicolor, excepto en momentos en que falta ese componente irracional y visceral que ese ex-genio aporta: muchas veces el recital comporta una prolijidad y una exactitud tal que uno se olvida de que estos dos músicos salieron de la banda más caliente del rock and roll de principios de los años ochenta. Cuando una parte de García es esencial al tema (pienso en los teclados de Seminare, por ejemplo), Beewsaert cubre el bache con harta suficiencia. Sí, en cambio, es notoria la falta de Moro, es un fantasma que ronda en Noche de Perros, en Seminare, uno casi puede oír esos golpes insustituibles, tan auditivamente ausentes, tan musicalmente presentes. Es como si Lebón y Aznar hubieran decidido dejar vacante ese espacio, para que nosotros imaginemos, para que completemos lo que falta con el recuerdo, o quizás para que Morito, donde quiera que esté, toque su parte y llene nuestro oído desde adentro.