La decadencia de “Coupling”: de “Seinfeld” a “Friends”

Ciertas sitcoms han sido paradigmáticas de la vida (o la crisis, como prefieren otros) de los treinta y pico. Sin ánimo sexista, me gusta dividir esas series entre masculinas y femeninas. En el primer bando está Seinfeld, y en el otro extremo está, digamos, Sex and the City o, menos radical, Friends. En Seinfeld, Larry David confiesa que estuvo dudando mucho tiempo antes de introducir a Elaine, el único personaje femenino que es desarrollado con cierta profundidad, debido a que “no tenía la menor idea de lo que haría o diría una mujer en determinadas situaciones”. Elaine es en realidad poco “femenina”, en el sentido de Sex and the City: no se maquilla, no se pregunta por qué los hombres rehúyen los compromisos, es tan tendiente a las chiquilinadas como sus compañeros, no piensa que los hombres son pitecantropos. En Sex and the City, por el contrario, las mujeres son pintadas como liberales, deseosas de sexo, que sólo encuentran decepciones en los siempre fóbicos hombres. Un parangón equivalente al paradigma Sex and the City para el lado masculino podría ser el machismo de Married with Children, pero la visión masculina de Seinfeld es mucho menos grosera: los hombres simplemente no tienen posibilidades de entender el complejo mundo de la mujer, sin un ánimo denigrativo para con el otro sexo. A diferencia de Sex and the City, no hay evangelismo sexista en Seinfeld, se ríe de los hombres como un hombre se reiría, y eso complace tanto a la mujer como al hombre; Sex and the City es intolerable para la mayoría del género masculino. Esto no hace a Seinfeld menos masculina, sino menos estereotípica. Friends quiere ser Seinfeld pero sin los riesgos, sin matices que puedan ser ofensivos para alguien. Escenas de Seinfeld como el judío Jerry besándose con su novia durante “La Lista de Schindler” o un concurso de abstinencia masturbatoria estarían absolutamente fuera de lugar en la correcta Friends; los agujeros son cubiertos con recursos de novela rosa a lo Beverly Hills 90210, convirtiéndola al lado “femenino” de mi arbitraria división.
La sitcom británica “Coupling” toma la posta agresiva seinfeldiana, y la lleva más allá de lo que David/Seinfeld lograron con el pudor estadounidense. En esta comedia escrita por Steven Moffat está Jeff, que es una mezcla sabia de todo lo raro y franco que Kramer puede ser, matizado con situaciones embarazosas a lo George. Está Steve, un niño como Seinfeld, que se ve arrastrado sin remedio por la vida social pautada de su novia Susan. Hay algo de Elaine en la culta Sally, pero ahí se acaban las coincidencias. Los temas tratados al principio son dignos de Larry David: “el tamaño importa” en el segundo episodio, el uso de la pornografía de parte de los hombres, el temor a envejecer de parte de las mujeres, la falta de consciencia social de parte de los hombres, el competir constante entre las amigas mujeres. A medida que las cuatro temporadas avanzaron, hubo sin duda aciertos: mostrar a través de un dispositivo imaginario lo que realmente quieren decir las personas cuando hablan; desarrollar un capítulo entero con la pantalla en dos mitades, porque Steve y Susan se habían peleado; contar una historia fragmentadamente según dos puntos de vista distintos, variando detalles de acuerdo al ego de cada uno de los testigos. Sin embargo, con el tiempo, Coupling pasó a ser cada vez menos Seinfeld que Friends. La primera temporada finaliza cuando la pareja mimada se separa. La segunda, también. En la tercera, cuando Sally se ve correspondida en su amor por el playboy Patrick, y Susan por fin queda embarazada de Steve. La cuarta temporada finaliza cuando Steve, fóbico por los bebés, finalmente se enamora de su hijo. Estos finales de temporada con suspenso son más dignos de una soap opera como Friends que de los antihéroes de Seinfeld. Es como si Coupling hubiera pasado de lo completamente masculino a lo completamente femenino, siguiendo mi clasificación. Lo que antes era sorprendente, terminó siendo propaganda feminista, en el sentido político de la palabra “propaganda”. Es significativo que, según Moffat, el personaje que más representaba al hombre era el inocente Jeff, que sólo pensaba en sexo y nunca lo tenía. Richard Coyle (el actor que lo encarnaba) se fue al final de la tercera temporada y fue compensado por un nuevo personaje, también obsesionado por el sexo, también “masturbador serial”, como Jeff. A medida que la serie avanza, los protagonistas se van achatando, ahuecando, uno ya empieza a no creerles, que es lo peor que le puede pasar a una sitcom. Comparar los primeros tres capítulos con el último muestra el completo viraje de la serie. Jane pasó a ser de una egocéntrica mujer que rayaba en la locura a ser una sobria femme fatale; basta cotejar su diálogo con Steve en el primer capítulo con el del último. Steve pasó de ser un imaginativo personaje a un hombre de cartón, acorralado por sus miedos. Patrick, de un conquistador de mujeres sin nada en la cabeza, a un romántico empedernido de cultos diálogos para equipararse a su nueva novia. Si hubiera sobrevivido a la cuarta temporada, quién sabe en qué se hubiera convertido Jeff de la mano de su dominante pareja. Finalmente Susan terminó siendo la que maneja todas las situaciones, un poco como una madre mandonea a sus traviesos niños, especialmente a Steve. Estos cambios, como puede verse, no son menores, ni están exentos de una lectura clara: el hombre siempre subordinado a la mujer del caso, el hombre implacablemente humillado en cada situación. No es casual que Steven Moffat haya confesado que las situaciones estaban basadas en su propia experiencia con su esposa Sue (sí, Susan) Vertue. Según palabras de Moffat, los personajes de Steve (escritor como Moffat) y Susan fueron hechos a imagen y semejanza de su propio matrimonio, incluso hasta el diseño de la casa, y el último capítulo dice haber estado copiado línea por línea de la realidad. Este cambio, de Seinfeld a Friends, digamos, fue probablemente pautado por razones comerciales, o por la creciente injerencia confesada por Moffat de Sue Vertue en el guión. Es sugerente que el intento de trasladar Coupling a Estados Unidos haya fracasado con sólo cuatro episodios: la nueva versión fue vista como una manera de NBC de reemplazar Friends. Larry David, cocreador de Seinfeld, decía que Friends era una copia lavada de Seinfeld, y lo decía con cierta razón. Coupling comenzó más como una copia sucia de Seinfeld, en un sentido diferente que el que tomó Larry David para HBO con su Curb your Enthusiasm. Moffat admitió que él esperaba hacer bastante dinero con la versión estadounidense, y que el fracaso lo decepcionó:

“Los críticos a los que [la serie] les agradó y les gustaba pensar que sabían más que el resto dijeron que no era tan buena como la versión británica, y todos los demás dijeron que no era tan buena como Friends”

Sin embargo, la versión británica siguió siendo un éxito en Estados Unidos. Apostar por clonar o reemplazar Friends fue un despropósito al menos de NBC, y probablemente también de Moffat en la versión británica; en cualquier caso, lo preocupante es que una serie que comenzó por “exponer todo lo que cualquier hombre piensa pero no dice”, según Moffat, terminó siendo un condescendiente alegato de todos los tópicos (y fantasías) más visibles de las mujeres de treinta y pico. De la imprevisibilidad de Seinfeld a la demagogia de Friends y, más preocupantemente, de Sex and the City.