Los diarios locales (notoriamente Página/12) han agotado la película; todo lo que puede decirse de ella ya lo han dicho los críticos, las entrevistas a la directora Lucrecia Martel y a la actriz protagónica María Onetto: todos hablaron de la metáfora política, la precisa pintura social, el detalle de los diminutivos en los diálogos costumbristas, el sonido, la excelsa fotografía, el uso del Cinemascope. Desvío un poco la mirada, entonces, de “La mujer sin cabeza”, para observar un poco a su creadora.
Lucrecia Martel hoy día es la mejor directora que tenemos en Argentina, y sin dudas una de las más interesantes del mundo. Su cine es original, personalísimo, aunque a medida que su fama crece, se hace evidente que no es para todos. A contrapelo de la convención generalizada del rápido entretenimiento, Martel trabaja las delicadezas sensoriales, hace uso del lenguaje del cine (más allá de imagen + sonido) para transmitir algo que sólo puede ser transmitido de esa manera: una serie de sensaciones inefables que viven dentro nuestro y resuenan inmediatamente ante el estímulo que proyecta Lucrecia en la pantalla. Completadas ya tres películas, uno ya ve construido, terminado diría, el microuniverso Martel: ya ha logrado decir con perfección su Salta, la Salta setentosa del suburbio, la de la decadencia de clases, la de la vida provinciana que, sin complejidades inútiles, es mímica esencial de nuestra propia vida urbana. Las líneas que conversan los personajes, que se escuchan casuales, que son verosímiles sin tacha, obedecen hasta la última inflexión a la pintura final, a una trama mayor. Cada encuadre, tomado como si nosotros mismos miráramos fortuitamente, está estudiado hasta el último pixel, qué entra y qué deja afuera, la luz y las sombras, la profundidad de campo explotada para mostrar primerísimos planos o desenfocar circunstancias, para permitir dos situaciones simultáneas que funcionan como dos voces en contrapunto. Hasta las últimas sutilezas sonoras (¿cómo suena la lluvia pegando en el cristal del parabrisas de un auto cuando uno está adentro? ¿cómo es el chasquido de una máquina de rayos X de un hospital estatal venido a menos?) apuntan con exactitud a un universo preexistente en el espectador, a la vez que forman parte de un tejido preciso. Quiero decir: cada pieza cae tan naturalmente, tan poco intelectualmente, que uno acepta todo y no sabe que esas menudencias tienen una importancia vital en dos facetas: la que sirve a la trama, en tanto metáfora, indicio, acumulación de significantes, y la que sirve a la remisión de lo ya vivido. Martel construye esta última a partir de la observación minuciosa de su propio entorno (ya de chica filmaba a su familia), y la sabe muy difícil de extrapolar fuera del contexto original. Teme que sus películas no las entiendan fuera de la Argentina; aprecia a Almodóvar porque puede llegar a una “lectura cercana” de su obra, porque comparte con ella al menos “una lengua, una formación religiosa, una dictadura”. Martel necesita de esa complicidad en quien mira sus películas, por eso sus películas no son para todos. Pese a que su virtuosismo la pone fácilmente en la escena europea, no es una de esos cineastas “for export”, que en Argentina significaría filmar tango, fútbol, miseria, tercer mundo. Lucrecia Martel tiene un compromiso con lo que tiene para decir, y toma el riesgo de que, por ejemplo, en El País de España destruyan su película debido a la incomprensión, o la abucheen en Cannes.
Dije que la elaboración de este mundo ya está terminada: creo que ya ha perfeccionado su lenguaje y lo ha usado con profundidad. Sospecho que una cuarta película en esta vena se vería como una repetición, como una redundancia. Ella ya está trabajando en una visión muy personal del clásico El Eternauta; si le aceptan el guión (y quién rechazaría a Martel ahora), saldrá de Salta y se mudará a Buenos Aires, en términos de cine. El resultado seguramente será de la medida de su talento: Martel dice ser amante de los géneros de terror y ciencia ficción, incluso confiesa haber propuesto descaradamente a Miramax filmar una secuela de Alien.