Gustavo Solórzano-Alfaro, con su habitual generosidad, logró sacudir mi reticencia cada vez mayor a este medio y me sacó un texto para Las Malas Juntas. Con precaución, a la mañana me había dispuesto a releer Los anillos de Saturno; para cuando llegó la hora de salir, ya estaba permeado por ese ánimo bajo y taciturno.


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