Si estos textos les agradan, bien; y si no les agradan, déjenlos, ya que la idea de la lectura obligatoria es una idea absurda, tanto valdría hablar de felicidad obligatoria. Trabajar con fragmentos de Borges ya es costumbre mía, pero en este caso es quizás incluso apropiado. Hace tiempo me venía sintiendo obligado a leer.


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