Steven Spielberg, considerado a principios de los 90 ampliamente un director de entretenimiento sin profundidad, diferenciado de sus compañeros cultos como Scorsese, Ford Coppola o Kubrick, decide cambiar su imagen. Publica un film en blanco y negro, sobre un tema sagrado (discutir Schindlers list equivalía a discutir el Holocausto), y recibe previsiblemente el aplauso del.


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